El Fiat 500L aprovecha el tirón comercial del nombre 500 para colarnos todo un monovolumen que mide 4,14 metros de largo, lo que le posiciona como un urbano muy grande que roza el tamaño de los compactos. Del Fiat 500 poco queda en este monovolumen, el frontal y poco más.
Por dentro el 500L presenta un habitáculo amplio y luminoso, la posición de conducción es elevada pero el techo queda lejos de nuestra cabeza. La visibilidad es muy buena en todas direcciones y los mandos están situados de forma intuitiva.
El asiento del conductor tiene regulación lumbar (opcional) y en altura, pero para la regulación del respaldo se recurre a puntos prefijados en vez de una ruleta milimétrica. El volante también se regula en altura y, a diferencia del 500 pequeño, tiene ajuste en profundidad. Esto hace que sea fácil encontrar la postura adecuada, aunque en el 500L siempre tendremos la sensación de estar sentados en una silla por la altura de su banqueta.
El diseño es curioso, con formas graciosas e incluso infantiles, pero el caso es que la ergonomía es correcta. El cuadro es fácilmente legible, tiene volante multifunción y, aunque casi todo es plástico, las sensaciones son buenas en el interior del 500L.
Las plazas traseras cuentan con mucho espacio para las piernas. Tienen ajuste longitudinal y mucho espacio. Por anchura tres adultos van apretados y es que la plaza central es más estrecha. La banqueta del asiento trasero está bastante elevada y la altura libre es menor de lo esperado. El maletero parte de un mínimo de 343 litros de capacidad, en la línea de cualquier compacto, pero como los asientos traseros se pueden deslizar hacia delante, puede llegar hasta los 400 litros de capacidad.
La versión Lounge es la más equipada, de serie incluye techo panorámico de cristal, climatizador bizona, sensores de lluvia y luces, volante multifunción tapizado en cuero, un completísimo ordenador de a bordo, retrovisor interior fotocromático, dirección con función City (más suave para ciudad o aparcar), sensores de aparcamiento traseros, control de crucero, asistente a la salida en pendiente, mesitas plegables tras los respaldos delanteros, equipo de sonido con pantalla táctil de 5 pulgadas, tomas AUX y USB, Bluetooth, etc.
El motor es un cuatro cilindros de 1.6 litros con 16 válvulas, inyección directa de gasoil y turbo. Desarrolla 105 CV de potencia a 3.700 rpm y un par máximo de 320 Nm a 1.750 vueltas. Potencia y par más que suficientes para mover bien el generoso peso del 500L, pues este urbano pesa bastante, 1.440 kilos.
El cambio es manual de seis velocidades, con una sexta pensada para ahorrar en carretera y un tacto de la palanca un tanto dudoso. El 500L deja claro al primer vistazo que lo suyo no son las prestaciones ni lo pretende, y así lo corroboran las cifras oficiales. Acelera de 0 a 100 en 11,3 segundos y alcanza una velocidad máxima de 181 Km/h. Pero los consumos sí que se le dan bien a este pequeño-gran monovolumen, con una media homologada de 4,5 litros a los cien.
No es precisamente pequeño y ratonero, pero su posición de conducción muy elevada y su enorme visibilidad hacen que el 500L se conduzca con mucha facilidad por la urbe. La dirección no le resultará dura a nadie, pero si se diese el caso, con pulsar el botón City podemos maniobrar a golpe de volante. Para aparcar se calculan bien sus proporciones y los sensores traseros del acabado Lounge nos lo ponen todavía más fácil. Además el motor empuja con suficientes ganas desde bajo régimen y sin sobresaltos, así que otro detalle más que nos facilita nuestros desplazamientos urbanos. En carretera le falta un poco de aplomo, precisión en la dirección y tiene bastante ruido aerodinámico. No es un viajero, está claro, pero si no salimos todos los fines de semana ni hacemos más de un par de viajes largos al año, es perfectamente válido.